Descripción
El pasado esplendoroso de Tortosa concentra su mayor transcendencia durante el siglo XVI. Es en este siglo que la ciudad vivirá un momento de efervescencia cultural y humanista y de esplendor económico y social. La situación geográfica privilegiada del lugar de asentamiento de la ciudad y fertilidad de la valle del Ebro, que describe Cristòfor Despuig en Los Col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa, ha determinado la economía y la riqueza de la ciudad a lo largo de la historia. La Tortosa del siglo XVI deviene el centro cultural y artístico más relevante de la Cataluña del Renacimiento. Incluso el dibujante paisajista flamenco Anton Van den Wyngaerde detalló Tortosa en una curiosa vista panorámica de 1563. El estilo renacentista no es estrictamente catalán y existen pocas representaciones en Cataluña; en cambio, este estilo en Tortosa disfrutó de una máxima vitalidad. Hay dos grandes estandartes que la hacen especialmente destacada, uno literario,con la obra de Cristòfor Despuig, y otro arquitectónico, con el conjunto de los Reales Colegios, un ejemplo único y encantador en Cataluña.
Empezaremos esta ruta en el conjunto arquitectónico de los Reales Colegios, que constituye la obra más importante del Renacimiento civil en Cataluña. Este conjunto, fundado por Carlos V para la educación de los moriscos, está formado por tres edificaciones: el Colegio de San Jaime y San Matías, el Colegio de San Jorge y Santo Domingo, y la Iglesia de Santo Domingo. Tortosa, en el siglo XVI, era una de les ciudades más importantes de Cataluña, y contaba con un colegio para la formación de teólogos dominicos, la fama del cual llevó a los poderes públicos a la construcción de otro colegio anexo, para la educación de los nuevos cristianos. Ambos serían conocidos con el nombre de Reales Colegios de Tortosa y se convirtieron en el embrión de los futuros estudios universitarios, donde se podía obtener el grado de doctor en Teología y el de licenciado en Filosofía y Arte.
Podemos concluir la ruta volviendo por la calle Croera para conocer el Palacio Episcopal y la Catedral de Santa María. La sede acoge una serie de elementos arquitectónicos y muebles que tienen un carácter de especial importancia dentro del contexto artístico de la Cataluña de la época del Renacimiento, como la Capilla del Nom de Jesús, el reliquiario de Sant Eulali, la capilla de la familia Boteller, la antigua reja del altar mayor y la magnífica Sillería del Cor, de Cristóbal de Salamanca, que actualmente se conserva en el antiguo dormitorio de los canónigos.
Empecemos
Si accedemos al Colegio de San Jaime y San Matías, a los pocos pasos nos sobrevendrá una fuerte emoción al contemplar el claustro. Este patio es único en el país, y tiene representados los bustos de los reyes de la Corona de Aragón, desde Ramon Berenguer IV hasta a Felipe IV. Podemos acceder al primer piso para observar todos los maravillosos detalles de esta magnífica obra de arte. Hoy, es la sede del Archivo Comarcal del Baix Ebre.
Colegio de San Jorge y San Domingo
A continuación podemos entrar en el Colegio de Santo Domingo y San Jorge, actual sede de la Escuela Oficial de Idiomas de Tortosa. Dedicado en sus orígenes al estudio de la teología, después de la exclaustración de 1835 el convento fue utilizado como cuartel militar y sufrió los efectos de la Guerra Civil. También destaca su patio.
Iglesia de San Domingo - CIR
Fue construida con posterioridad a los dos edificios anteriormente citados. Es de una sola nave sin crucero con capillas laterales situadas entre los contrafuertes. Destaca la portalada decorada con esculturas de gran calidad, que fueron descabezadas durante el siglo XIX. El portal está coronado por las armas episcopales de su fundador, el obispo Izquierdo. En el interior de la iglesia, delante del presbiterio, encontramos las lápidas sepulcrales de Baltasar Sorió, lector de la Catedral, y Juan Izquierdo, obispo de Tortosa entre 1574 y 1585, principales impulsores de la fundación y construcción de los Reales Colegios. Presidiendo la nave central se encuentra el sorprendente armario del antiguo archivo de Tortosa. Cabe destacar su valor simbólico que nos remite a los orígenes del archivo municipal, así como la decoración interior con el escudo de Tortosa y la presencia del Àngel Custodi, patrón de la ciudad. Encastada en el muro interior de la actual salida hacia la Plaza Mossèn Sol está la portalada del estudio del antiguo ayuntamiento, construido en el siglo XVI en la calle Ciutat, y derruido en 1915. Actualmente la iglesia es el Centro de Interpretación del Renacimiento, que divulga durante todo el año, y de manera continuada, la Fiesta del Renacimiento, la historia y el legado patrimonial y cultural de la ciudad y el territorio durante este período. Es un punto de encuentro y de información para los visitantes. Seguidamente podemos retroceder por la calle Sant Domènec hasta llegar a la plaza dels Estudis. Allí emprenderemos la calle de la Mercè hasta la plaza de la Cinta, donde podremos observar la importante obra de la plaza del Absis de la Catedral y uno de los rincones más típicos y entrañables de Tortosa, el Portal del Romeu, entrada y salida al Camino de Santiago en las Tierras del Ebro.
Palacio Despuig
Seguimos por la calle de la Rosa donde encontramos dos de los palacios góticos conservados en la ciudad: el palacio Despuig y el palacio Oriol. Inicialmente ambos formaban parte de un mismo edificio, edificado por la familia Despuig en un solar de su propiedad durante la época medieval y, posteriormente, durante el siglo XVI es reformado. Actualmente los edificios son la sede del Conservatorio de Música de la Diputación. El palacio Despuig conserva buena parte de su estructura y el patio interior con escalera volada y galería de arcos al que se accede a través de un portal que conserva el artesonado policromado. Más allá encontramos el Palacio Capmany, un edificio historicista del siglo XIX que recuerda la estética de los palacios renacentistas italianos. Si giramos por la calle Oliver, y después a la derecha por la calle Ciutat, encontraremos el Palacio Oliver de Boteller, hoy sede de la delegación territorial del Departamento de Cultura de la Generalitat, pertenecía a una de las principales estirpes comerciales de la ciudad. El palacio, que se construye en época medieval, es remodelado en el siglo XVI conservando la fachada y algunos elementos de la entrada. Aunque en un principio formó parte de la fachada fluvial, durante los años sesenta fue trasladado al espacio en el que antiguamente estaba situada la Casa de la Vila y la Taula de canvis (que podríamos decir que era como el banco de la ciudad). De aquí los nombres de las dos calles que flanquean el palacio, la calle Ciutat y la calle Canvis. Fue el alojamiento de Felipe II en su visita a Tortosa el año 1585.
Casa de la Diputación del General
Si tomamos la calle Taules Velles, en dirección hacia el río, encontraremos otro edificio renacentista de Tortosa, el Palacio de la Diputación del General. Está situado de cara al río y al lado de donde estaba el antiguo Puente de Barcas, para así poder cobrar los impuestos de las mercancías que bajaban por el Ebro. Se trata de un edificio señorial, ya que el de Tortosa fue el primero de los palacios de la Generalitat que se construyeron fuera de Barcelona. Fue construido a finales del siglo XVI con, como tantos otros edificios tortosinos, piedra de Flix. Posteriormente, aquí tuvo su laboratorio, en el siglo XIX, el bacteriólogo originario de Corbera d'Ebre Dr. Jaume Ferran i Clua. Siguiendo por la calle Dr. Ferran llegamos al río donde actualmente se encuentra el monumento a la Batalla del Ebro, alzado encima del pilar que soportaba uno de los puentes que unía la ciudad con el barrio de Ferreries durante el siglo XIX, destruido durante la guerra, y que había sido construido en sustitución del Puente de Barcas. Éste, no era sino una plataforma de madera apoyada sobre una hilera de barcas. El puente era una estudiada obra de ingeniería que tenía un paso central para carros y mercancías y dos pasarelas laterales con barandillas para el paso de peatones. La construcción estaba preparada para salvar les crecidas del río con un sistema de dos rampas en los extremos que se inclinaban más o menos según el nivel del agua del Ebro, y se replegaba a orillas de la ciudad en momentos de riadas o peligros para la ciudad, como guerras.